Gestionar las rabietas
¿Cuándo suceden las rabietas?
Las rabietas suelen empezar alrededor de los 12 a 18 meses y se hacen más frecuentes y evidentes entre los 2 y los 4 años.
Después su frecuencia disminuye, pero es normal que de vez en cuando tu peque tenga alguna pataleta; puede ocurrir en cualquier momento, aunque más a menudo en épocas de cambio, como el inicio del colegio o la llegada de un hermanito.
Las rabietas se producen ante la frustración del niño cuando no puede conseguir lo que quiere y no sabe cómo expresarlo. Se trata de un comportamiento normal, pero no por eso deja de ser un momento estresante para los padres, sobre todo si no entienden porqué su hijo está actúa de esa manera ni cómo pueden ayudarlo.
Los padres novatos no saben cómo tratar estas situaciones y mucho menos cómo abordarlas desde el respeto. Por desgracia, en nuestra época infantil los berrinches se zanjaban de forma poco amable, por decirlo de alguna manera. La mayoría de nuestros padres no han sido un referente en ese sentido (los pobres hicieron lo que pudieron).
Así que toca ponernos las pilas y no cometer los mismos errores con nuestros hijos, al menos no a la hora de gestionar los berrinches.
¿Qué hacer ante una rabieta?
De nada sirve enfadarse más que el niño, gritar más que él o entrar en una lucha para ver quién puede más. Ese tipo de reacción es como querer apagar el fuego con más fuego.
Tu hijo está en un proceso de individualización, intentando conocerse a sí mismo e intentando descubrir los límites de las normas.
Intentar imponerse a él por la fuerza es una actitud poco educativa o edificante. Y por descontado, no da ningún ejemplo al niño, el cual aprende por imitación.
El mensaje que capta tu hijo cuando te pones hecho uno ogro es: si yo me pongo igual (cuando sea mayor o con otro niño más pequeño) también conseguiré lo que quiero por la fuerza.
Porque eso es justo lo que entiende él cuando le chillas y le dices que ya está bien con la rabieta.
Entonces… ¿cómo actuar ante un berrinche, rabieta o pataleta?
Mantén la calma
Respira hondo si hace falta y sé coherente. No tiene ningún sentido que pidas que se calme si tú no estás calmada.
Es importante que cuando actúes para frenar su comportamiento empatices con tu hijo, para que él sienta que desprendes la paz y amor (aunque por dentro te esté costando un esfuerzo titánico mantener a tu ogro bajo control).
Debes mantener la calma sin importar donde se produzca la rabieta.
No es lógico ni sano que tu hijo vea que en casa actúas de una manera y fuera de casa de otra.
Recuerda que tú eres el ejemplo que sigue tu hijo. Y que la educación requiere disciplina, constancia pero, sobre todo, coherencia.
Si tú te sientes frustrada, tu hijo también se frustra. Si estás tranquila, poco a poco tu hijo también se tranquiliza (las emociones son contagiosas).
Entender y gestionar las emociones es complicado, así que no está de más que completes la educación de tu peque a través de cuentos que potencien la inteligencia emocional.
Averigua qué ha desencadenado la pataleta
La comunicación es vital para entender los sentimientos de tu hijo y la razón que le ha llevado a explotar (a veces es un cúmulo de circunstancias).
Tal vez te parezca que su reacción es desproporcionada y quieres ignorar su comportamiento pero en ningún momento debes infravalorar sus emociones; su comportamiento justamente se debe a que no sabe cómo expresar lo que siente.
Se trata de empatizar, no de castigar.
El castigo solo se consigue aumentar la frustración, lastimar la autoestimas y minar la salud emocional. Aplica siempre disciplina positiva.
Aporta soluciones
Una vez sabes porqué tu hijo está enfadado dale soluciones.
Por ejemplo, si se enfada porque quiere que le compres un helado justo antes de comer, tienes que recordarle que gritando y llorando no lo conseguirá. Pero que podéis salir a pasear por la tarde y comer un helado.
No intentes razonar con él en plena rabieta. Por ejemplo, no le expliques que si se toma un helado no tendrá hambre a la hora de comer.
Tu peque no atenderá a tus argumentos, porque estará demasiado enredado lidiando con sus emociones e intentando conseguir su objetivo.
Dar una solución (no una explicación) es un bálsamo muy efectivo para la frustración.
Eso no quiere decir que no puedas hablar sobre lo ocurrido. Es más, debes hacerlo (dependiendo de la edad del niño). Pero después del berrinche, cuando ya esté calmado. Es importante que le expliques tus razones.
Nota: lo que para ti es importante, para tu peque puede ser trivial; o viceversa.
Aunque le expliques tus razones, no siempre las va a entender; no le metas sermones.
El tiempo y la paciencia son tus mejores aliados.
También es crucial que te intereses por cómo se ha sentido y que compartas con él cómo te has sentido tú (siempre teniendo en cuenta la capacidad de comprensión según su edad).
Tu hijo debe comprender que todos, también los adultos, en algún momento nos enredamos en las emociones. Eso lo hará sentir mejor.
Anticípate a la pataleta
Entender qué emociones generan determinadas situaciones en tu peque, las cuales desembocan en un estallido de ira, puede darte la oportunidad de evitarlas.
Por ejemplo, si sabes que le tensa ir con prisas, y que esa tensión acaba cristalizando en una rabieta por cualquier tontería, puedes cambiar los horarios de tus rutinas diarias para tener más tiempo y que todo vaya más relajado.
Cede para evitar la rabieta
Somos los padres los que desencadenamos las frustración en nuestro hijo sin darnos cuenta, un sentimiento que termina desembocando en un berrinche. En ocasiones por temas sin importancia.
Si tu hijo se pone tozudo ante una situación, detente un segundo y analiza si realmente es necesario que tú te salgas con la tuya.
No se trata de cedas siempre para evitar cualquier pataleta, sino de que hagas concesiones ante temas nimios para evitar generar unos sentimientos que sabes que tu hijo todavía no es capaz de gestionar.
Por ejemplo, imagina que tu hijo y tú vais a ir al parque y has preparado un pantalón a juego con la camiseta que tiene que ponerse. Pero tu hijo, antes de salir, se emperra en ponerse otra camiseta (su preferida), la cual no le pega nada con el pantalón. ¿Es necesario que generes un enfrentamiento solo por una cuestión estética?
Haz esta concesión y evita la rabieta. Es complicado explicar a un niño qué es ir conjuntado y totalmente injustificado crear una situación dolorosa por ese motivo, ¿no crees? Tu hijo también tiene derecho a tomar sus propias decisiones.
Sé firme ante la rabieta
No siempre podrás anticiparte a la rabieta o hacer concesiones para evitarla. Hay situaciones en las que, como padre, debes tomar el control y decidir qué hacer por tu cuenta, aunque eso frustre a tu hijo y le genere un cóctel de emociones que le haga estallar.
No puedes permitir que sufra un accidente por querer cruzar con el semáforo en rojo, estar en el parque hasta que él diga cuando hay que volver a casa o dejar que salga a la calle en pleno invierno con las chanclas de verano.
En ocasiones hay que ser firme y poner los puntos sobre las íes.
Nota: no uses nunca el chantaje emocional.
Amenazar a tu peque con consecuencias negativas (voy a dejarte solo si sigues llorando) o dejarle en ridículo (¿no te da vergüenza llorar, con lo mayor que eres?) no es ser firme, produce sufrimiento y baja la autoestima.
Ser firme no quiere decir ser rudo o no mostrar cariño. Habla de forma pausada, con comprensión y ofrece alternativas.
Cuando lo hagas, baja a su nivel, mírale a los ojo y usa palabras que pueda entender.
Nadie dijo que ser padre fuera fácil, pero con un poco de conocimiento, paciencia y mucho amor… lo tienes chupado 😉
Última actualización el 2022-10-09 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados